Hay algo inexplicablemente hermoso sobre la lectura. Tal vez amas leer y te puedes echar diez libros en tus vacaciones. Tal vez solo lees cuando tienes que aprender sobre algún tema. Sin embargo, cada vez que lees tienes la oportunidad de dejar momentáneamente el lugar en donde estas y viajar a otros mundos irreales, al interior del cuerpo humano, a la selva, al espacio, a la mente de un niño de seis años o al corazón de una abuelita cariñosa.
Cuando la comunidad de El Castillo, en Galeana, nos platicó que aunque una de sus metas es incrementar la lectura, los únicos libros con los que contaban eran los de la SEP y uno que otro libro religioso, algo dentro de mí tocó fibras sensibles. Estoy segura que esos libros alimentan el conocimiento de la comunidad. No me queda ni la menor duda que el conocimiento colectivo, pasado de generación en generación de manera oral es de las joyas más finas. Aún así, desde ese momento se encendió en nosotros (tanto en el staff de Fratello como los queridísimos líderes de Fratello en El Castillo) un deseo de viajar a más lugares a través de la exposición a más libros. Nació la esperanza de crear un espacio para compartir, para emprender ese viaje, para conocer el mundo que habita en la mente de nuestros vecinos a través del diálogo. Nació el anhelo por construir una biblioteca.
El 15 y 16 de julio llegamos a El Castillo con camionetas llenas de libros. Ahí nos recibieron Misa, Ali y Mayra, tres líderes inquietos y apasionados que habitan en Galeana, listos para construir un librero. Había hombres y mujeres de todas las edades. Todos ayudaron a catalogar los libros donados. Los niños aprendieron cómo cuidarlos, cómo crear y usar un separador y cuál es el proceso de renta.
Mi piel se puso chinitia. Me paré en el centro del salón de actos de El Castillo, Galeana e intenté tomar una película con mis ojos para guardar en mi corazón lo que observaba. Después de varios días intensos de recolectar libros por todos los rincones de Monterrey, finalmente vimos el resultado: una comunidad curiosa y hambrienta por descubrir más sobre el mundo con la oportunidad de explorar alrededor de quinientos libros donados. Ese día, la mayoría de las personas rentaron por lo menos un libro por primera vez .
El Castillo ya tiene su primer librero comunitario. Nos falta mucho por recorrer pero nuestras metas son claras.
“Va a ser un poco difícil, pero sí se puede.” -Alicia, Líder de Educación en El Castillo, 2017